La última visita proyectada en Panamá era el archipiélago de Bocas del
Toro, al que había que cruzar en un ferry.
Aunque con algunas dudas a causa del precio, hicimos la travesía que
finalmente nos compensó por los días de tranquilidad en un lugar paradisíaco.
Encontramos un rincón sobre la arena de la playa en la zona llamada Boca del
Drago, en un lugar realmente “de diseño”, bajo los cocoteros, con la playa de agua absolutamente transparente a diez metros de la puerta del camión y con
varias excursiones a pie por los alrededores que nos llevaron a recorrer la
costa hacia los dos lados partiendo de nuestro campamento. Hacia el oeste,
recorriendo la costa llegamos a la llamada playa de las Estrellas porque se
pueden encontrar muchas estrellas de mar en sus aguas y hacia el este, un recorrido
por la propia playa, a ratos por el agua cuando la vegetación se adentraba en
el mar, se convirtió en un paseo genial.
Allí pasamos cuatro días y el quinto llevamos el camión a Bocas del Toro
desde donde un taxi acuático (una lancha fueraborda) nos llevó a la isla
Bastimentos en la que, en un corto paseo por la selva durante el que vimos
perezosos y algunos ejemplares de una ranita roja (de un centímetro y medio)
que es endémica de la isla, nos llevó a una preciosa playa llamada Red Frog en la que nos bañamos y almorzamos lo que habíamos llevado en la
mochila.
Esa noche dormimos en el puerto para embarcar al día siguiente y entrar en Costa Rica.
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