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viernes, 7 de agosto de 2015

¡Adiós momentáneo a Brasil! Entramos en Guayana Francesa


La mañana siguiente de nuestra fatigosa llegada a Oiapoque nos acercamos al puesto de policía Federal para tratar de aclarar de una vez por todas nuestra situación en Brasil y cuando podríamos volver a entrar en caso de que cruzáramos la frontera hacia la Guayana.
Tuvimos la suerte de ser atendidos por un policía joven que resultó ser una persona atentísima y servicial. Estudió, junto con su jefe, nuestros pasaportes y llegaron a la conclusión de que nos quedaba un día de estancia legal en Brasil. Les preguntamos entonces cuanto tiempo deberíamos pasar fuera para poder retornar. La respuesta fue inquietante. Nos dijeron: “si entráis por esta frontera sería suficiente con que estuvierais un día en Guayana. Volvéis mañana y no tendréis ningún problema, pero la norma escrita es interpretada de diferente modo según el paso fronterizo del que se trate”
La redacción del documento que tienen a la vista en los puestos de Policía Federal, a nuestro entender no deja lugar a dudas: hay que esperar 90 días para volver a entrar por un periodo de otros 90 días, a partir del cual sería necesario permanecer fuera del país por 180 días.
Sin embargo los amables agentes del puesto de Oiapoque nos dieron unas tarjetas con el número de teléfono de aquel puesto y nos dijeron que si llegábamos a la frontera de Bomfim antes de los 90 días y nos ponían algún problema que pidiéramos al jefe del puesto que telefoneara a Oiapoque y que ellos intentarían arreglarlo.
Un poco cansados de toda esta burocracia absurda, decidimos cruzar hacia las Guayanas y arriesgarnos a tener que permanecer en ellas por tres meses.
Nos aprovisionamos de algunas cosas que necesitábamos y buscamos el embarcadero de la balsa que cruza el río Oiapoque. El puente internacional lleva casi un año construido, financiado por Francia, pero algo tan peregrino como que Brasil no encuentra los sesenta aduaneros necesarios, hace que no se utilice el puente.
No nos extrañó que en esas condiciones cuando nos dijeron el precio de la travesía en balsa pensáramos que nos habían entendido que queríamos comprarla.  Nos pidieron de entrada 500 € que conseguimos rebajar a la mitad.
Tuvimos que esperar casi tres horas y finalmente cruzamos solo nosotros pasando bajo el puente de la estupidez que es como debería llamarse.
Desembarcamos en Saint Georges de l’Oiapoque y nos acercamos al puesto de Gendarmería para sellar el pasaporte. Ninguna dificultad. Fuimos atendidos por una señora y su peculiar jefe con los que departimos un rato. Desde allí buscamos un sitio cerca del río para pasar el resto del día y la noche.
A media tarde se detiene en la orilla una piragua con fueraborda y vemos que alguien que baja de ella nos dice: “Bon soir aux espagnols” Era la señora de la policía que nos había atendido a la llegada, ahora sin uniforme y acompañada de su marido (también perteneciente a la Gendarmería) y sus dos hijas de unos cinco y siete años que nos invitaban a dar un paseo en la piragua por el río.
Fue corto, pues caía la noche, pero muy agradable bajo una inmensa luna llena recorrer un tramo del río charlando con ellos sobre cómo habían ido a parar allí, constatando que era voluntario y que se encontraban felices.
Ya de vuelta visitaron el camión y la agradable conversación se prolongó hasta pasadas las 9 de la noche. Nos ofrecieron incluso su lavadora para hacer la colada. Otro nuevo encuentro para recordar.
A la mañana siguiente arrancamos con dirección a Cayenne con una cierta inquietud al haber comprobado el día anterior que la presión de aceite del camión había descendido y que el aceite que nos habían puesto en MAN de Montevideo estaba como degradado. Llegamos al primer pueblo de cierta importancia que se llamaba Regina y preguntamos por un taller o una estación de servicio para cambiar el aceite y el filtro. No había nada de eso y únicamente nos presentaron a un mecánico que poco podía hacer sin los elementos necesarios. Mientras hablábamos se detuvo allí un espontáneo admirador del camión, que resultó ser la salvación.
Iba a ir esa tarde a Cayenne y volvería al día siguiente proponiéndonos comprar el aceite y el filtro en el servicio Man de Cayenne (no sabíamos que existía). Aceptamos lógicamente y nos instalamos en una explanada a la orilla del río a esperar la llegada de los recambios.
A media tarde del día siguiente el mecánico se pasa por el campamento para decirnos que Samuel había conseguido todo pero se había retrasado para la vuelta y que cambiaríamos el aceite y filtro a la mañana siguiente. Así lo hicimos y el camión mejoró sensiblemente, aunque no del todo como constatamos al llegar a Cacao, a unos sesenta kilómetros con el aceite ya caliente. Al quedar a ralentí el testigo de presión parpadeaba ligeramente.
Cacao es un pueblo con un asentamiento de refugiados Hmong provenientes de Laos, huidos gracias a una monja francesa del genocidio de los Gemeres Rojos que han conservado su estilo de vida en la Guayana. El domingo montan un mercado con artesanía y gastronomía laosiana que visitamos probando alguna de las delicias que se vendían. Nos quedamos cuatro días allí, paseando y conociendo el pueblo e incluso hicimos una pequeña parte del llamado Sendero Molokai que atraviesa 18 km de selva.
Finalmente recorrimos los 60 Km que nos separaban de Cayenne visitando en primer lugar el servicio Man para salir de dudas. Fuimos espléndidamente atendidos por Michel que tras conectar el ordenador nos dijo que según el aparato todo estaba correcto, pero que haría una llamada a Francia para saber si había algún caso parecido.
Acudimos a la cita y había encontrado dos casos similares en los que la causa era el haberse aflojado una tuerca que sujeta el eje de la bomba de aceite pero que sin embargo no todos los síntomas eran coincidentes. Por si acaso acordamos pedir las juntas necesarias para desmontar y revisar dicha tuerca que llegarían en unos días durante los que haríamos alguno de los recorridos previstos.

No obstante, el problema de presión parece ir mejorando poco a poco, por lo que creemos que se podía deber a alguna obstrucción del contacto manométrico, toda vez que el aceite degradado había colmatado totalmente le filtro.




















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