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jueves, 28 de enero de 2016

Últimos días en Ecuador


Dos noches tranquilas a la orilla del lago San Pablo aprovechando el día intermedio para la visita del parque y cascada de Peguche y el propio Otávalo.
Aunque la ciudad no ofrece grandes motivos arquitectónicos, nos permitió un agradable paseo por la zona centro en la que se encuentra un mercado típico en donde todas las mujeres y muchos hombres van ataviados a la usanza, no como un atractivo turístico, sino que es su día a día en el que no han perdido sus costumbres y tradiciones. Las mujeres visten una complicada falda larga y negra que deja ver por una abertura un forro blanco haciendo un original efecto. Esta falda, que en realidad es una pieza rectangular de tela, se ajusta a la cintura con una vistosa faja bordada de muchos colores. El atuendo se completa con una blusa blanca con la pechera profusamente bordada en vivos colores, un sinfín de collares a modo de gargantilla y un airoso sombrero.
Hicimos algunas compras en el mercado y regresamos para pernoctar de nuevo a la orilla del lago San Pablo.
Un corto desplazamiento para llegar a Ibarra, en donde teníamos referencia de un camping digno de ese nombre, propiedad de un matrimonio alemán.
Allí nos dirigimos  para comprobar que era la primera instalación merecedora de la calificación como camping de todo nuestro ya largo periplo por América del Sur.
Hans y Patricia, alemanes al fin y al cabo, saben qué es un camping y qué esperan los que allí llegan. En un agradable lugar a la orilla de un lago y con un único inconveniente en la proximidad de un circuito de automovilismo en el que se celebraron varias carreras durante nuestra estancia. Comentaremos también los excelentes platos que sirven en el restaurante y con precios realmente ajustados.
De nuevo en marcha, una fatigosa jornada, corta en kilómetros, pero eterna a causa de la carretera y del tráfico nos llevó hasta la ciudad fronteriza de Tulcán.
Allí pudimos dejar asegurada la opinión que nos habíamos ido formando sobre el país a lo largo de nuestro recorrido: Si bien posee un precioso paisaje y unas gentes amables, a nosotros nos resultó el menos agradable de los países que habíamos recorridos. Cualquier cosa que hagas, que precises o que planees presenta problemas. En este caso, llegábamos a Tulcán con el depósito casi a cero de combustible con el objetivo de llenar a tope antes de pasar a Colombia al ser el precio allí algo más del doble que en Ecuador. Pues bien, el Estado entiende que todo el que reposta en Tulcán es un contrabandista de combustible y las estaciones de servicio pasaron de la más desagradable en la que nos dijeron que “no servían a los turistas” hasta la actitud más extendida de ofrecernos un máximo de 30$ equivalentes a unos 110 litros, es decir, menos de un tercio de nuestro depósito. Acudimos a la policía, en donde nos dijeron que a nosotros, con placa española nos tenían que servir lo que pidiéramos pero ni con la amenaza de avisar de llamar a la comisaría conseguimos más de 50$. Pusimos la cantidad que nos habían ofrecido y otro tanto en una segunda gasolinera, pasamos la noche en la ciudad y por la mañana conseguimos el resto antes de presentarnos en la frontera.
Creo que ya pusimos algún comentario respecto de la frontera de entrada y las consecuencias de aquella surrealista gestión se hicieron presentes de nuevo al salir. Según parece la transmisión de los datos recogidos en la frontera por la que entramos tarda meses en estar incorporada al sistema informático, por lo que para salir deberíamos presentar un montón de fotocopias de toda la documentación que por supuesto, aunque el fallo fuera de la administración ecuatoriana, debíamos ser nosotros quienes las costeáramos. Lo único que conseguimos fue protestar dejando clara nuestra opinión sobre el país, pero pasando por el aro.

La entrada en Colombia, aunque algo más sencilla y agradable, tampoco estuvo exenta de problemas.

Desde nuestro campamento a orillas del lago San Pablo


Parque y cascada de Peguche


¡Por fin conseguimos pillar un colibrí!

El mercado de Otávalo



1 comentario:

Anónimo dijo...

Que pasada de viaje.